El cine de animación nace en Argentina


Quirino Cristiani fue un caricaturista y director de animación italiano nacionalizado argentino responsable de los dos primeros largometrajes de animación y del primer largometraje de animación sonoro del mundo. En 1916, a los 19 años, fue contratado por el italiano Federico Valle (que poseía un estudio cinematográfico en Buenos Aires) para dibujar caricaturas e incluirlas en sus películas informativas de cortometraje. 

Ante la indicación por parte de Valle que no admitiría imágenes fijas en sus filmaciones, Cristiani debió idear una manera de darle movimiento a sus dibujos. Con estas indicaciones fue que desarrolló las técnicas de la animación, que le permitieron realizar en 1917 el primer largometraje de dibujos animados de la historia, El apóstol. Para el filme se utilizaron 58 mil dibujos en 35 mm (a razón de 14 cuadros por segundo), además de varias maquetas que representaban edificios públicos como el Congreso de la Nación Argentina, la Aduana de Buenos Aires y el edificio de Obras Sanitarias de la Nación, además de anegar las calles de la ciudad. En 1918 realizó el segundo largometraje, Sin dejar rastros, que hacía referencia a un episodio ocurrido durante la Primera Guerra Mundial. El filme duró un solo día en cartelera, no tuvo una buena aceptación por la opinión pública, la prensa no mencionó su existencia y fue confiscado por el Ministerio de Relaciones Exteriores que no quería una confrontación con Alemania. En el año 1927, la empresa cinematográfica estadounidense Metro-Goldwyn-Mayer lo contrató como director de publicidad de la filial argentina. Paralelamente Cristiani fue formando su propio estudio, Cristiani Studios. 

El 16 de septiembre de 1931, Cristiani estrenó Peludópolis, el primer largometraje de animación sonoro, de 80 min. La película le produjo a Cristiani grandes pérdidas económicas

La única película de este director que existe hasta el día de hoy es El Mono relojero, ya que todas sus otras producciones (incluyendo los dos primeros largometrajes de animación, El Apóstol y Sin dejar rastros, así como la primera película de animación con sonido, Peludópolis se perdieron en una serie de incendios en las instalaciones donde se guardaban los negativos y copias. El mono relojero se salvó de los incendios porque, casualmente, el autor de su guión, Constancio C. Vigil, tenía una copia del suyo.

 

En 1941 Walt Disney, quien recién en 1928 saldría con su primer dibujo animado, el Ratón Mickey, visitó Argentina para promocionar Fantasía, una película musical. Fue a su estudio a conocerlo, y no salió de su asombro cuando Cristiani le contó que él sólo hacía cada una de sus películas, mientras que el norteamericano armaba numerosos equipos de dibujantes para cada trabajo. Disney lo invitó a sumarse a su staff en Estados Unidos, pero se negó. Nunca había tenido un jefe y además ya tenía un negocio funcionando. 

Ante la imposibilidad de competir con la empresa de Disney, que tenía mayor tecnología y capacidad presupuestaria, el laboratorio de Cristiani se dedicó al doblaje y subtitulado de las películas extranjeras.

Fuente/Autor: 
Wikipedia 
con cambios en el texto original 
El mono relojero (1938) 
Quirino Cristiani 
con cambios en la imagen original

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