Considerado uno de los padres de la cinematografía, Segundo de Chomón fue principalmente un cineasta preocupado por la técnica preciosista, pero también por innovar con nuevos tipos de tramas y otras formas de contar historias. Pionero de los efectos especiales, fue competidor directo del otro gran mago del cine, Méliès, y uno de los primeros cineastas europeos en el más amplio sentido de la palabra, incluyendo la creación de una proto-industria cinematográfica española.
Tras viajar a la vecina París con 25 años, descubre fascinado el Cinematógrafo de los Lumière de primera mano pues su esposa, Julienne, una ex-vedette, trabajaba con ellos coloreando fotogramas. Tras cumplir el servicio militar en Cuba, vuelve a París y, previendo el incipiente negocio del cine, comienza a interesarse por él. Ayuda a Julienne, que colorea fotograma a fotograma las películas de Méliès, e inventa una técnica mediante plantillas que acelera el trabajo. Años más tarde dicho sistema será patentado por la casa Pathé con el nombre de «Pathécolor».
En 1902 se instala en Barcelona e inaugura un taller que comercializa su sistema de coloreado. Allí, fabrica su propia cámara cinematográfica y filma una película en la que utiliza el trucaje de maquetas: Choque de trenes. En su taller empieza a experimentar con diferentes técnicas y trucajes para explorar las posibilidades del nuevo invento, al igual que hizo Méliès. Técnicas como el uso de maquetas, coloreados, doble exposición o sobreimpresiones (para conseguir efectos de gigantismo) y, sobre todo, la técnica del paso de manivela (aparentar el movimiento de objetos estáticos por medio de una serie de imágenes fijas sucesivas) no tendrán ningún secreto para él. Aunque Chomón no llegó a animar personajes, su revolucionaria técnica de filmación frame a frame se considera el precedente del stop-motion, uno de los principios fundamentales de la animación.
En 1906 Chomón es contratado por la casa Pathé para conseguir el mismo éxito que estaba teniendo Méliès, y entra a formar parte como operador de cámara y director de trucajes. Filma entonces su obra más conocida, El hotel eléctrico (1908), 140 metros de celuloide que suponen la cumbre del procedimiento del paso de manivela, para mostrar un hotel completamente automatizado, un confort (¿o una pesadilla?) para sus huéspedes.
Vuelve a Barcelona para crear una productora con la que rueda películas costumbristas y sainetes, pero también documentales únicos en España. Cuando rompe con su socio, Pathé lo hace concesionario español de la firma para asegurar su continuidad en el panorama del cine. Su inmersión y compromiso con la industria queda patente en sus elaborados y detallados guiones técnicos, llenos de indicaciones, reflexiones y anotaciones. Por su merecida fama, será requerido en Italia para múltiples trabajos como la Cabiria de Giovanni Pastrone (1914), uno de las primeras grandes superproducciones cinematográficas, o en Francia para el Napoleón de Abel Gance (1927).
Los historiadores del cine han colocado, poco a poco, la figura de Chomón donde se merece: en lo más alto de aquellos pioneros que supieron vislumbrar la grandeza de un invento que llegaría a los corazones del mundo y revolucionaría el arte del siglo XX.
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